Todos hemos sido conscientes de la presencia de este tipo de actuaciones en nuestros hijos. Es más, aunque desde aquí lo tratamos como una conducta “infantil”, no vamos a negar que hay adultos que, también, demuestran -claramente- este síndrome de dependencia a lo largo de su vida. Pero, ¿de qué estamos hablando exactamente?
Para los que no hayáis oído el término, como tal, hoy, en esta nueva entrada en nuestro blog de Psicólogos Tortosa, trataremos de desengranar el concepto y de explicaros como actuar ante él, en caso de percibirlo en casa con vuestros hijos.
En general, los síntomas más característicos de los niños con problemas de dependencia suelen cernirse sobre la inseguridad o falta de confianza de estos en sí mismos, presentando miedos irracionales o sin fundamento y escasas habilidades sociales, que les dificultan relacionarse con otros niños o adultos.
Se presenta cuando los padres creen que, de un modo u otro, sus hijos muestran una dependencia emocional y apego exagerado, y tienen menor autonomía de la que les correspondería. En esa circunstancia el menor precisa estar junto a sus padres (o referente adulto) para sentirse a gusto, cómodo, seguro y protegido.
Otros comportamientos que muestran los niños con síndrome de dependencia y que nos permiten diagnosticarlo son, por ejemplo, que tienden a ser pequeños a quienes les cuesta reconocer sus errores. Se enfadan e intentan culpabilizar a otros de ellos, desviando la atención -hábilmente- del problema y de sí mismos, para terminar hablando de terceros. Les cuesta resolver conflictos y cuando ya no encuentran excusas, llegan a un victimismo notorio haciendo gestos muy infantiles (pataletas, lloros…).
Este comportamiento, frecuente tanto en casa como en la escuela, saca a la luz síntomas claros del síndrome de dependencia, que muestran muchos niños y que, a veces, se confunde con otras dificultades que pueden darse al mismo tiempo. Es importante, en estos casos, saber que hay componentes de falta de control personal y emocional que son los que decantan la balanza.
Tampoco ayuda en ello que, como padres, nos echemos medallas y reconozcamos que los logros de nuestros hijos se deben a esa ayuda (lógica, el niño está en proceso de aprendizaje). El pequeño ya tiene un pobre concepto de sí mismo, baja autoestima, alta dependencia del adulto, inestabilidad emocional, frustración, hipersensibilidad y muchos otros problemas, como para restarle mérito a lo que ha conseguido. El éxito es atribuido a sus padres, a un tutor, y piensan que sin su ayuda no lo hubieran logrado. Pensad que ellos creen, firmemente, que su éxito no está relacionado con su esfuerzo, sino que perciben que sin la ayuda de ese referente, no habrían logrado nada.
Los niños con dependencia exagerada suelen querer llamar la atención. Trabajan mucho mejor con el adulto cerca y pierden los papeles con facilidad en momentos de autoexigencia, pues se ven incapaces de poder afrontar -lo que sea- solos.
Como decíamos, ese síndrome de dependencia depende, en gran medida, de nuestra voluntad por, como reza el dicho, dejar que nuestro pequeño vuele del nido solo. Es importante, aunque con ello vengan fallos y errores, alejarnos y confiar. Pensad que, aunque parezca difícil, es la mejor forma de aprender y si no les soltamos y dejamos que vuelen, les estamos transmitiendo nuestra absoluta falta de seguridad en ellos. Debemos transmitirles que la equivocación y el error son parte del proceso y del camino hacia la consecución de sus objetivos.
Otra forma de potenciar esa estrategia son las recompensas por el trabajo bien hecho.
En casa, debemos construir un sistema educativo que sea flexible, pero firme. La pauta fundamental, que no debemos olvidar, es la de no sentarnos a su lado cuando le toque desempeñar tareas como los deberes o estudiar. Es importante que comprendan que para dudas puntuales estamos allí para ayudarles, pero son ellos quienes deben intentarlo solos. Ayudarles es dejar que se equivoquen y ser conscientes de ello es la mejor manera de huir de ese “fantasma” que conlleva el síndrome de dependencia. Además, recordemos que viene plagado de muchos otros miedos y temores que no son nada beneficiosos para el apropiado desarrollo de nuestro hijo en la sociedad actual.